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Diana - Dizahab. DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA













DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA
 







Contenidos - Contents
EL DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA




Diana - Dizahab

Diana


(gr. Artemis; lat. Diana ("luminosa" o "perfecta")).


Diosa adorada en Efeso (Hch. 19:24, 27, 28, 34, 35), más o menos equivalente a Cibeles o Magna Mater (Gran Madre), una de las muchas formas de diosas madres del Oriente. Como diosa de la fertilidad, se la pintaba como una mujer con el torso cubierto de muchos senos. Se encontraron abundantes 322 réplicas de su imagen, y también se la muestra en monedas. Sin embargo, las excavaciones todavía no han descubierto los modelos de plata de su templo, como los que hacían el platero Demetrio y sus compañeros. La estatua, que originalmente estuvo en el templo dedicado a la diosa Artemisa o Diana en Efeso, era de madera negra de olivo, como parecen indicar algunas fuentes; o de hierro meteórico, como habría creído el escribano de la ciudad que dijo que su imagen había caído del cielo. Esta diosa no se debe confundir con la Artemisa de la mitología griega, la diosa de la caza y el símbolo de la castidad y la virginidad, la hermana gemela de Apolo. Las estatuas muestran que la diosa griega era una señorita joven y hermosa, con un carcaj al hombro y un arco o una lanza en su mano derecha, a menudo acompañada por ciervos (fig 163).


163. Estatua de tamaño natural de Artemisa (Diana) descubierta en Efeso.


Diáspora.



Véase Dispersión.


Diblaim


(heb. Diblayim, "torta de higos doble" o "dos pastelillos (tortas)").


Padre o madre de Gomer, la esposa de Oseas (Os. 1:3).


Diblat


(heb. Diblâth o Diblâthâh, "torta de higos").


Lugar mencionado en Ez. 6:14; no identificado. Generalmente se cree que en hebreo debería decir Ribl>h, Ribla, en vez de Dibl>th. La r y la d son tan similares en el hebreo preexílico y el postexílico, que son fácilmente confundibles. Ribla es un pueblo a unos 80 km al sur de Hamat en Siria, o sea, sobre la frontera norte del país de Israel. La expresión "del desierto hasta Riblá" (Ez. 6:14, BJ) podría significar "desde el límite sur hasta la frontera norte".


Dibón


(heb. DTb^n, tal vez "languidez (desfallecimiento)" o "madre del río"; moab. Dybn; egip. Tbn).



1.


Ciudad de Transjordania. Originalmente perteneció a los moabitas, pero fue conquistada por los amorreos, y más tarde por los israelitas, al derrotar al reino amorreo de Hesbón (Nm. 21:26, 30; 32:3-5, 22). Fue reconstruido por miembros de la tribu de Gad, y en consecuencia se la llamó Dibón-gad* (32:34; 33:45,46). Posteriormente fue dada a Rubén (Jos. 13:9, 17). Los moabitas la reconquistaron en tiempos posteriores y retuvieron la ciudad por siglos (Piedra Moabita,* líneas 21, 28; Is. 15:2; Jer. 48:18, 22). La presente aldea de Dhîb>n, a unos 5 km al norte del río Arnón, sobre la carretera que une Kerak con Medeba, señala el sitio de la antigua Dibón; allí, en 1868, se encontró la Piedra Moabita. Este descubrimiento fue uno de los más importantes que alguna vez se hizo en Palestina. Las excavaciones dirigidas bajo los auspicios de la American Schools of Oriental Research (Escuelas norteamericanas de investigación oriental) desde 1950 hasta 1955 descubrieron una gruesa capa de restos de la ciudad nabatea bajo la cual están enterrados los restos moabitas. Mapa VI, E-4.


Bib.: A. D. Tushingham, EAEHL 1:330-333.


164. Ruinas de Dibón.



2.


Aldea en el territorio del Judá postexílico (Neh. 11:25); probablemente la misma Dimona* (Jos. 15:22).


Dibón-gad


(heb. DTb^n Gâd, "Dibón de Gad").


Otro nombre para Dibón* 1 (Nm. 32:34; 33:45, 46).


Dibri


(heb. DibrT, quizá "locuaz (charlatán)").


Danita cuyo descendiente fue muerto en el desierto por blasfemar el nombre de Jehová (Lv. 24:11-14).


Dicla


(heb. Diqlâh, "datilera (palmera)").


Tribu del sur de Arabia que descendía del semita Joctán (Gn. 10:27; 1 Cr. 1:21); no identificada.


Dídimo


(gr. Dídumos, "mellizo (doble)" o "gemelo").


Forma griega del nombre del apóstol Tomás* (Jn. 11:16; 20:24; 21:2). En vez de Dídimo, la BJ pone "el Mellizo".


Didracma


(gr. dídrajmon).


Moneda de plata 323 equivalente a 2 dracmas y que los judíos la usaban para el 1/2 siclo que se requería como impuesto anual del templo (Mt. 17:24, BJ; cf Ex. 30:11-16).


Diez


(heb. femenino 'eser; masculino 'as>r>h; aram. 'asar y 'asr>h; gr. déka).


Número importante que aparece con frecuencia en la Biblia. Hubo 10 patriarcas antes del diluvio (Gn. 5), y 10 después de ese evento hasta Abrahán inclusive (cp 11:10-26). Si hubiera habido 10 justos en Sodoma, el Señor la habría perdonado (cp 18:32). Cayeron 10 plagas sobre Egipto (Ex. 7:17; 8:2, 16, 21; 9:3, 9, 18; 10:4, 21; 11:5). Los mandamientos son 10 (cp. 20:2-17). El número 10 aparece con frecuencia en las parábolas de nuestro Señor, pues hay 10 vírgenes (Mt. 25:1), 10 monedas de plata (Lc. 15:8) y 10 siervos a los cuales se les dieron 10 minas (cp 19:13); al más capaz de entre ellos se le confiaron 10 ciudades (v 17). En visión simbólica se le asignaron 10 días de tribulación a la iglesia de Esmirna (Ap. 2:10); la bestia de Dn. 7:7, Ap. 13:1 y 17:3, y el dragón de Ap. 12:3 tienen 10 cuernos. También parece que se usa el 10 como número redondo para referirse a un tiempo o a una cantidad indeterminados (Gn. 31:7; Neh. 4:12; Dn. 1:20; etc.). El diezmo* era la décima parte de las entradas.


Diez Mandamientos.



La ley, registrada en Ex. 20:2-17 y también llamada Decálogo, que resume lo que Dios demanda de los hombres y define su deber para con sus semejantes (cf Mt. 22:34-40). Los principios enunciados por los Diez Mandamientos son eternos, porque se basan en el carácter de Dios, pero la forma de estos principios dados en el Sinaí estaba adaptada a la comprensión e instrucción de los hombres en su estado de pecaminosidad y natural inconformidad a la voluntad divina. Los 10 mandatos del Decálogo tienen la singular distinción de ser las únicas palabras que en forma audible Dios dirigió a toda la congregación de Israel (Ex. 20:1, 18, 19; Dt. 4:10-13; 5:22). Todas las demás leyes y reglas que Dios ordenó fueron comunicadas mediante Moisés como intermediario (Ex. 20:19- 22; Dt. 4:14; 6:1). Después de la entrega oral de la ley, Dios escribió estos 10 mandatos sobre 2 tablas de piedra que dio a Moisés para conservarlas en el arca (Ex. 31:18; 32:19; 34:1-4; Dt. 5:22; 10:1-5). El informe mosaico original de la ley, como fue proclamado por Dios y más tarde grabado sobre tablas de piedra, presenta el Decálogo con las palabras de Ex. 20:1-17. Más tarde, Moisés repitió la ley en forma oral con ligeras variantes en las palabras (Dt. 5:6-21). La única diferencia significativa en esta repetición de la ley es la razón específica para la observancia del sábado: la liberación de la esclavitud egipcia, en lugar de la creación del mundo en 6 días, como estaba en la forma original. Las muchas reglas civiles puestas en vigencia en el monte Sinaí eran una aplicación de los principios de la 2ª tabla del Decálogo para la sociedad y para las necesidades del pueblo judío. La ley ceremonial, que presenta un sistema de adoración ordenado divinamente y apropiado para el período de la historia de la tierra en que fue dada la ley, era una extensión y un desarrollo de los principios enunciados en el Decálogo, en particular con respecto a la relación del hombre para con Dios.


En tiempos de Cristo, los judíos habían ordenado y numerado los 10 mandatos del Decálogo como los tienen la mayoría de los protestantes en la actualidad. La disposición y enumeración que sigue la Iglesia Católica Romana, dividiendo el 10º (sobre la codicia), es la que adoptó San Agustín, que prefirió, de los 2 métodos que había en su tiempo, el que combina el 1º y el 2º mandamientos y divide el 10º. De este modo, él asignó 3 mandamientos a la 1a tabla del Decálogo, y 7 a la 2ª. Una de sus razones para adoptar esta disposición fue la de incluir los números simbólicos 3, 7 y 10 en el Decálogo.


El 1º mandamiento ordena el monoteísmo, o la adoración exclusiva al único y verdadero Dios, Yahweh,* en contraste con el politeísmo, o la adoración a muchos dioses. El 2º prohibe la idolatría de todo tipo; es decir, el intento de adorar al Dios invisible mediante formas visibles (cf Os. 8:6; Col. 1:15- 17). El 3º prohibe toda irreverencia, en especial la mención innecesaria del nombre de Dios en la conversación ordinaria, el perjurio acompañado por una invocación del nombre divino. El 4º ordena la observancia del sábado e identifica al verdadero Dios como el Creador del cielo y de la tierra. Si al guardar el sábado los hombres debían recordarlo como tal, habrían quedado protegidos contra toda falsa adoración. El 5° ordena el respeto y la sumisión a los padres, a quienes Dios ha designado como agentes para la transmisión de su voluntad revelada a las generaciones sucesivas (véase Dt. 4:9; 6:7). El 6º protege la vida como algo sagrado. El 7º ordena la pureza y así salvaguarda la relación matrimonial para que el hogar pueda cumplir sus objetivos divinamente señalados. El 8º protege la propiedad. El 9° salvaguarda la verdad y previene contra el perjurio. El 10º ataca la raíz de todas las relaciones humanas al disponer que el hombre no codicie 324 lo que pertenece a otro, y mucho menos, privarlo de ello por la fuerza.


Una hoja fragmentaria de papiro, el famoso Papiro Nash, contiene el Decálogo en la forma presentada en Dt. 5 junto con la "Shemá", una cita de Dt. 6:4 y 5. Este famoso documento hebreo, proveniente del s I a.C., está ahora en Cambridge, Inglaterra. Hasta el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto era el documento más antiguo en hebreo que contenía una porción de la Biblia (fig 165).


Bib.: FJ-AJ iii.5.5.


165. Los Diez Mandamientos en el Papiro Nash (c 100 a.C.).


Diezmo


(heb. ma'asLr, "décima parte"; gr. dekát', "décimo", "diezmo").


Décima parte de las ganancias que Dios reclama como suya (Lv. 27:30). El diezmo, de una u otra forma, era practicado entre diversos pueblos de la antigüedad, tanto para propósitos religiosos como seculares, y por los adoradores del verdadero Dios en una época muy temprana. Una vez que el hombre pecó, fue sentenciado a ganar su sustento mediante el sudor de su frente (Gn. 3:17-19), con el peligro de que dijera en su corazón: "Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza" (Dt. 8:17), cuando en realidad era Dios quien se los daba para conseguirlos (v 18). De acuerdo con ello, cuando los israelitas estaban por entrar en Canaán, Dios les advirtió que al obtener cierto grado de prosperidad debían ser cuidadosos en no olvidarlo (vs 7-11; cf Ro. 1:19-21). Devolviendo el diezmo, el hombre reconoce que es un mayordomo de Dios, el dueño de todo. El Señor no necesita el apoyo financiero del hombre, porque de él es el mundo y su plenitud (véase Sal. 50:10-12). Pero el hombre, particularmente en su estado pecaminoso, tiene una necesidad urgente y constante de recordar que Dios es la fuente de "toda buena dádiva y todo don perfecto" (Stg. 1:17). Aun antes de la entrada del pecado, el peligro del olvido estaba latente en el carácter del hombre, y Dios le prohibió comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal como una prueba para él (Gn. 2:17); lo reclamó como suyo. Porque con la obediencia este mandato, Adán y Eva reconocían que Dios era el dueño del hermoso hogar confiado a su cuidado. Dios le dio a Adán el dominio sobre todo el mundo y sobre todas las formas de vida sobre él (1:28), pero retuvo para sí este solo árbol como señal de que era el Señor de todo. Así, el separar la 10ª parte de las ganancias es un reconocimiento de la misma verdad eterna.


Que Abrahán entregara los diezmos a Melquisedec como sacerdote de Dios (Gn. 14:18-20), quien al bendecir a Abrahán lo llamara siervo "del Dios altísimo, creador de los cielos y de la tierra" (v 19), demuestra que quienes adoraban al verdadero Dios comprendieron desde muy temprano el principio de la devolución del diezmo. Jacob prometió dedicar "un décimo" a Dios (Gn. 28:22). La práctica del diezmo se incorporó al código levítico en el monte Sinaí, cuando Dios explicó a Moisés que "el diezmo de la tierra... es cosa dedicada a Jehová" (Lv. 27:30), y que el "diezmo de vacas o de ovejas" también lo es (v 32). Y se hizo una provisión: "Si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte" (v 31). Algunos han interpretado esto como un permiso para retener temporariamente del diezmo para uso personal, sujeto al pago de una multa del 20% cuando se lo devuelva finalmente. El contexto, sin embargo, deja muy en claro que esa no era la intención de esta regla (cf v 33). Esa generosa provisión, que permitía al hombre cambiar -nunca retener- una clase de semillas "de la tierra como del fruto de los árboles" (Lv. 27:30; si era necesario, por ejemplo, como semilla para la siguiente cosecha), estaba decretada para evitar infligir penurias a los agricultores. No había necesidad de la misma exención en el caso de los animales de los rebaños (vs 32, 33).


Bajo el sistema levítico, Dios ordenó que los diezmos de Israel se dedicaran al sostén de los levitas (Nm. 18:24), en vista de que éstos no habían recibido territorio como herencia, y con el fin de que pudieran emplear todo su 325 tiempo a ministrar en el templo y a instruir a la gente acerca de la ley de Dios (Nm. 18:21; cf 1 Co. 9:13; Dt. 25:4). Los levitas, a su vez, devolvían un diezmo de lo que ellos recibían del pueblo (Nm. 18:26-28). El diezmo de Dt. 14:23-29 (cf 12:5-11, 17-19), consistente en productos del suelo, del rebaño y del ganado, y que podía ser "comido delante de Jehová" en compañía de los levitas, de los pobres y de otros invitados, era aparentemente un 2º diezmo. El diezmo se debía calcular cada año (14:22). Los que vivían a gran distancia del templo y tendrían dificultades para llevarlo en especies, debían cambiarlo por dinero (vs 24, 25). Se hacía provisión para que cada 3er año el diezmo se usara para los levitas y los pobres (Dt. 14:28; cf Am. 4:4). La negligencia en la devolución del diezmo condujo a Ezequías a estimular al pueblo a no descuidar su deber (2 Cr. 31:4-12). Su respuesta fue tan entusiasta que fue necesario preparar lugar adicional en el templo para almacenar los diezmos que traía el pueblo (vs 10, 11). El 2º templo también tuvo almacenes para ello (Neh.10:38; 13:10-14; cf Mal. 3:10). El profeta Malaquías reprendió la tendencia de Israel al descuido en la devolución del diezmo (Mal. 3:8-11). Retenerlo, dijo, es robar a Dios, y caer bajo una maldición. Inversamente, sobre los que fielmente lo devuelven, Dios promete abrir "las ventanas de los cielos" y derramar "bendición hasta que sobreabunde" (v 10).


El mandato de devolver el diezmo no fue repetido explícitamente por ningún escritor del NT. Pero en vista de que Abrahán, como algo normal, lo devolvió siglos antes de la formación del código levítico, y que su principio estaba implícito aun antes que el hombre pecara, es evidente que el deber y la práctica del diezmo existía mucho antes del sistema levítico, y no era exclusivo de él. Por lo tanto, la obligación no fue puesta a un lado automáticamente cuando el código levítico caducó en la cruz. La amonestación de nuestro Señor en Mt 23:23 constituye una aprobación tácita, aunque no un mandato explícito. Ni Cristo ni ningún escritor del NT disminuyó en lo más mínimo la obligación de devolver el diezmo. Jesús claramente no estaba en contra de su práctica, sino contra el espíritu hipócrita de los escribas y los fariseos, cuya religión consistía principalmente en la observancia escrupulosa de las formas exteriores de la ley; en este caso, de la ley del diezmo. El principio también está tácitamente aprobado por el autor de Hebreos (véase 7:8).


Dileán


(heb. Dil'ân, tal vez "lugar de pepinos (calabazas)").


Pueblo de Judá en la Sefela, cerca de Laquis (Jos. 15:38); no identificado con certeza.


Diligencia.



Término que aparece en textos como 2 Co. 8:8, 17 (gr. spoude y spoudáios, respectivamente) y Gá. 2:10 (gr.poudázÇ )como traducción de palabras que significan ansiedad o impaciencia por realizar alguna acción. En 2 Co. 8:10 es traducción del vocablo gr. thélein, un simple deseo de actuar; y en 2 Co. 9:2, de la palabra prothumía, literalmente "buena voluntad" o "prontitud", "celeridad".


Diluvio


(heb. mabbûl; gr. kataklusmós).


El del tiempo de Noé, enviado como castigo sobre los malvados habitantes de la tierra (Gn. 6-9).



I. Informe bíblico.


Muy temprano en la historia bíblica, el casamiento entre los que hasta entonces habían sido leales a Dios con los impíos llevó a la familia humana a un nivel de corrupción moral y anarquía tal que todo pensamiento del corazón "era de continuo solamente el mal". Los hombres eran tan incorregiblemente malos que, aunque "le dolió en su corazón", Dios llegó a la conclusión de que ellos, junto con todos los demás seres vivientes, debían ser destruidos. Sólo Noé y su familia inmediata serían salvados de entre toda la raza humana. Esto ocurriría por cuanto Noé era "varón justo"; porque él "halló gracia ante los ojos de Jehová" (Gn. 6:8-10).


Dios instruyó a Noé para que construyera un arca en la cual preservar su vida y la de su familia, y también la vida de grupos representativos de las criaturas vivientes (Gn. 6:13-21). Le advirtió que había un plazo de 120 años hasta el diluvio (v 3). Durante ese tiempo Noé construyó el arca y anunció a los antediluvianos el cataclismo que les amenazaba (Gn. 6:22; 1 P. 3:20; 2 P. 2:5). Siete días antes del diluvio, Noé, su esposa, sus 3 hijos con sus esposas, y los seres vivientes que habían de salvarse, entraron en el arca y fueron encerrados en ella por Dios (Gn. 7:1-9, 13-16); siete días después comenzó el diluvio (v 10). La combinación de lluvias torrenciales, que duró 40 días, e inmensos volúmenes de agua que brotaron de la tierra pronto la inundaron completamente, hasta cubrir "todos los montes altos que había debajo de todos los cielos". El arca flotó segura sobre el agua (vs 11, 12, 17- 20). Como resultado de esta inundación, el hombre y todos los seres vivientes fueron destruidos (vs 21-23). Véase Arca II, 1.


Aunque el relato del Génesis menciona claramente un período definido de 40 días y 40 noches durante los cuales cayó la lluvia, parecería que las precipitaciones continuaron, y que las aguas siguieron brotando de la tierra, aunque sin duda con intensidad menor o tal 326 vez en forma intermitente, durante 150 días (véase Gn. 7:11, 12, 24; 8:2). Al fin de los 150 días Dios envió un viento que sopló sobre la tierra (8:1). Aparentemente, al mismo tiempo la lluvia disminuyó, el agua ya no brotó más, su nivel comenzó a bajar y el arca descansó "sobre los montes de Ararat"* (vs 3, 4).


Finalmente, unos 2 1/2 meses después que el arca se detuvo, y unos 7 1/2 meses después del comienzo del diluvio, empezaron a verse las cumbres de los montes (cƒ 7:11; 8:4, 5). Cuarenta días más tarde, Noé, ansioso por saber cuánto de la tierra se había secado, abrió una "ventana" del arca y soltó un cuervo. Esta ave evidentemente voló alrededor del arca hasta que la tierra a su alrededor estuvo seca (8:6, 7). Noé también soltó una paloma, la que volvió al arca, porque no pudo encontrar dónde descansar (vs 8, 9). Una semana más tarde, soltó la paloma otra vez, la que volvió por la tarde con una hoja de olivo, indicación de que la tierra se estaba secando (vs 10, 11). Cuando envió la misma ave una semana más tarde, el suelo estaba suficientemente seco como para que no volviera (v 12). Después de otro período de espera, Noé quitó una porción de la cubierta del arca y observó que "la faz de la tierra estaba seca". Parece que la posición de la "ventana" era tal que no se podía ver el suelo. Sin embargo, sólo 8 semanas después la tierra estuvo lo suficientemente seca como para que la gente y los animales salieran del arca (vs 13-19); es decir, 1 año y 10 días después de comenzado el diluvio (cƒ Gn. 7:11; 8:14-18).


Otros escritores, tanto en el AT como en el NT, testifican acerca del diluvio. Mediante el profeta Isaías, Dios recordó a su pueblo de su promesa de no destruir la tierra con un diluvio (ls. 54:9). Jesús claramente dio su testimonio acerca del diluvio al mencionar las condiciones de los antediluvianos, la entrada de Noé al arca, el ascenso de las aguas y la destrucción de todos los impíos (Mt. 24:37-39; Lc. 17:26, 27). Pedro también afirma la historicidad del diluvio (1 P. 3:20; 2 P. 2:5), como también lo hace el autor de Hebreos (11:7).


DURACIÓN DEL DILUVIO



II. Relatos del diluvio entre las naciones antiguas.


Se han encontrado entre muchos pueblos de todos los continentes, y aun en las islas del Pacífico, relatos acerca de la destrucción del mundo por una gran inundación, de la cual sólo unas pocas personas se salvaron (fig 166). Andree enumera 88 relatos del diluvio encontrados en todas partes del mundo, y Nelson informa de 41. Nelson señala que la mayoría tiene ciertos rasgos comunes: la destrucción ocurrió por agua, se proveyó un arca y la simiente humana se salvó. Muchos relatos enfatizan la universalidad del diluvio, pero otros detalles varían: la causa del diluvio, cómo se salvaron los animales, el lugar donde se 327 detuvo el arca y el envío de las aves exploradoras. Aunque es posible que algunos de estos relatos se originaran por causa de catástrofes locales, su distribución mundial no puede ser accidental, y se la debe aceptar como una evidencia en favor de la historicidad de la narración bíblica del diluvio.


166. Distribución mundial de los relatos del diluvio; cada punto negro representa una versión local.
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De todas las historias extrabíblicas existentes, la más antigua que nos ha llegado en forma escrita es la de los súmeros y babilonios. Ninguno tiene aspectos paralelos tan similares al del registro bíblico como ésta, de la cual se han descubierto varias copias. Su forma más completa está en la 11ª tableta de la Epopeya Babilónica de Gilgamesh. Este rey de Erec, en su búsqueda de vida inmortal, recorrió el mundo inferior buscando dicha vida, y allí se encontró con Utnapishtim (llamado Ziusudra en la versión súmera), el héroe del diluvio, de quien supo la historia de la gran catástrofe: los dioses se habían enojado con el mundo y decidieron destruirlo por un diluvio, pero Utnapishtim, rey de Shuruppak, recibió del dios Ea la advertencia del acontecimiento futuro, y le dijo que abandonara todas sus posesiones, construyera un barco y así salvara su vida. Le aconsejó también que satisficiera la curiosidad de sus conciudadanos, que se sorprenderían por su actividad naviera, diciéndoles que los dioses estaban enojados con él y que lo habían desterrado a una tierra distante. Después de haber completado el barco en armonía con las instrucciones y medidas que le fueron dadas, él y su familia, y además un piloto, alimentos y muchos animales, entraron al barco. Luego comenzó la tempestad, que a lo largo de los días destruyó la tierra y todo lo que había sobre ella, transformando todo en barro. La tormenta fue tan terrible que aun los dioses se asustaron y se escondieron como perros en el cielo de Anu. Después de varios días, la tempestad amainó un poco y el barco encalló en el monte Nizir, una de las cumbres de los montes Zagros, al este de Mesopotamia. Luego de esperar varios días, Utnapishtim envió a intervalos algunas aves: primero una paloma, luego una golondrina y por último un cuervo. Las primeras 2 aves regresaron, porque no encontraron lugar para asentar sus patas fuera del barco. Sin embargo, el último no regresó, indicando de ese modo que la tierra se había secado lo bastante como para que pudieran salir del arca. Como el Noé bíblico, ofreció un sacrificio al pisar tierra, que los dioses aceptaron, apiñándose alrededor del sacrificio como moscas.


Desde el descubrimiento de la primera tableta de este relato cuneiforme del diluvio 328 (1872), al que se añadieron otros de tanto en tanto, los eruditos han pretendido que la historia bíblica se inspiró en el relato babilónico o el súmero. Por supuesto, es imposible que éstos hayan sido tomados del relato bíblico escrito, porque las tabletas cuneiformes son anteriores al Génesis, Sin embargo, la teoría de que el autor del Génesis tomó la idea de los babilonios no es necesariamente correcta. Sin duda, ambos relatos parten de una fuente común. Los súmeros, tal vez descendientes tempranos de Noé, vivieron en la región donde se establecieron los primeros habitantes posdiluvianos poco después de la catástrofe (Gn. 11:2), y, por tanto, retuvieron un recuerdo más vívido del diluvio que la gente que se alejó de la región y no escribió sobre el particular tan temprano como lo hicieron los súmeros. Estas consideraciones explican por qué hay muchos detalles paralelos en ambos relatos. Como eran idólatras y politeístas, corrompieron el relato quitándole las características éticas del relato bíblico, y hasta presentan a los dioses que decretaron el diluvio como personajes miserables.


Bib.: R. Andree, Die Flutsagen ethnographish betrachtet (Los relatos del diluvio considerados etnográficamente) (1891); B. C. Nelson, The Deluge Story in Stone (La historia del diluvio en la piedra) (1949). Una traducción completa del relato babilónico del diluvio se puede ver en ANET 93-95, y una traducción del relato súmero en ANET 42-44.


167. Tabletas cuneiforme que contiene el relato babilónico del diluvio.



III. La arqueología y el diluvio.


En varios lugares de la antigua Mesopotamia, especialmente en Ur, Erec, Kis, Lagash, Shuruppak y Nínive, se han descubierto gruesos estratos de sedimentos que muestran que en diversas ocasiones en el pasado distante hubo grandes inundaciones, probablemente causadas por crecidas catastróficas de los ríos Eufrates y Tigris. El contexto arqueológico indica que las diversas destrucciones fueron de carácter local. Algunos arqueólogos, creyendo que los relatos babilónico y bíblico del diluvio en realidad sólo se refieren a un desastre local, toman los niveles con sedimentos de Ur y otros lugares de la Mesopotamia como evidencias del gran diluvio descrito en los antiguos registros de Babilonia y de la Biblia. Como resulta obvio, y generalmente aceptado, que estos niveles indican desastres locales, los estudiosos de la Biblia que creen en la universalidad del diluvio no deberían usar la evidencia arqueológica como prueba en favor de la historicidad del diluvio.


Bib.: Sir Charles Leonard Woolley, Excavations at Ur (Excavaciones en Ur) (Londres, 1955), pp 19-36.



IV. Los fósiles y el diluvio.


Los evolucionistas llaman la atención al hecho de que en estratos sedimentarios inferiores se encuentren fósiles de organismos más sencillos que los organismos complejos de más arriba. Los hombres de ciencia han incorporado este elemento a su teoría, y la aceptan como si fuera un hecho. Por ello, siguiendo la idea uniformista popularizada por Sir Charles Lyell en las primeras décadas del s XIX, suponen que enormes edades de deposición gradual, junto con el surgimiento y la muerte de clases crecientemente complejas de vida, proporcionan una explicación de la secuencia de los fósiles. Esto, por supuesto, niega tanto el informe del Génesis acerca de la creación* como también el registro inspirado del diluvio. En realidad, la evidencia de los fósiles puede ser explicada adecuadamente desde el punto de vista del creacionismo.


El diluvio fue un acontecimiento que duró varios meses. Las aguas, que subieron gradualmente, produjeron el sepultamiento de muchos organismos vivientes en un modelo secuencial a medida que se destruían progresivamente los "paisajes" más altos. Los organismos sencillos que vivían en los niveles inferiores del mundo prediluvial naturalmente fueron enterrados primero, mientras que los organismos más complejos que vivían en niveles más altos fueron sepultados con posterioridad. Así, los animales y las plantas que 329 vivían en el fondo de los mares prediluviales estarían enterrados a gran profundidad, en la parte inferior del registro fósil. Los trilobites y los braquiópodos eran animales muy comunes del fondo de los mares prediluviales, y hoy los encontramos en los estratos más profundos. Almejas, caracoles, estrellas de mar, crinoides y muchos otros animales marinos también se encuentran en los profundos sedimentos que representan los mares prediluviales.


Los animales y las plantas terrestres en general se encuentran más altos en los estratos de sedimentos, ya que vivían en tierras secas antes del diluvio, y a menudo a mayor altitud. Además, los animales tienen mayor movilidad y por lo tanto es lógico que sean las últimas formas de vida en ahogarse, ser arrastrados y sepultados en el barro. Así, hoy a menudo encontramos los animales terrestres en capas que contienen fósiles que están más cerca de la superficie. Una distribución producida por la gravedad, en combinación con la capacidad trasportadora del agua corriente, produciría las asociaciones discretas de fósiles que encontramos en algunos estratos sedimentarios.


168. Esqueleto de animal extinto, el Stegosaurus stenops, uno de los antiguos dinosaurios que alguna vez vagabundeaban en lo que ahora es el noroeste de los Estados Unidos.


Hay numerosos tipos fósiles que no tienen repsresentantes vivientes actuales, y parecería que la distribución ecológica anterior al diluvio no era idéntica a la actual, y que una extrapolación estricta de la distribución actual al pasado no es posible. Se espera que un acontecimiento como el diluvio trastorne la ecología mundial. La variedad de esquemas de distribución que se encuentra en el registro fósil también se podría deber en parte a la elevación y a la subsidencia (hundimiento) durante el diluvio de las áreas en estudio, produciendo esquemas de distribución de la secuencia de los fósiles que no representan la ecología original. Hay unos pocos lugares donde el orden usual de los fósiles está invertido, pero los procesos geológicos llamados plegamientos o las fallas con corrimientos horizontales pueden explicar esta situación. Esos son casos en que los estratos sedimentarlos han sido plegados o empujados unos sobre otros de modo que ahora están encima de otra serie igual, o tumbados en forma que el orden está invertido con respecto al orden original.


Dimna


(heb. Dimnâh, "muladar" o "estiércol").


Pueblo en Zabulón (Jos. 21:35); quizás una transcripción equivocada de Rimón. Véase Rimón 2.


Dimón


(heb. Dîmôn, "estiércol", "desfallecimiento (languidez)" o "donde es rojo").


Pueblo de Moab (ls. 15:9, RVR); no identificado. Sin embargo, muchos eruditos creen que debería decir Dibón, y citan evidencia textual (incluso el rollo 1QIsª) para apoyar su posición. Jerónimo afirma que, en su tiempo, los 2 nombres se usaban en forma intercambiable. La expresión "las aguas de Dimón" significaría entonces, probablemente, el Arnón, que corre a unos 5 km al sur de Dibón. Véase Dibón 1.


Dimona


(heb. Dîmônâh, "estiércol" o "desfallecimiento (languidez)").


Pueblo al sur de Judá, cerca de Edom (Jos. 15:22); no identificado con certeza. Probablemente Dibón* 2 (Neh. 11:25).


Dina


(heb. Dînâh, quizá "juzgada (Justicia)" o "absuelta"; cun. Din~, nombre de una esclava israelita en Gozán, Mesopotamia).


Hija de Jacob y Lea (Gn 30:21). Fue violada por Siquem, el hijo del rey Hamor de la ciudad de Siquem, cuando la familia de Jacob vivía en la zona después de su regreso de Harán. Por este acto vergonzoso, Simeón y Leví, hermanos de padre y madre de Dina, mataron a todos los hombres de Siquem y rescataron a su hermana, que había sido llevada a la casa de Siquem para ser su esposa (cp 34), Jacob no aprobó el crimen de sus hijos (v 30) y lo denunció en su lecho de muerte (49:5-7). Nada se sabe de la vida posterior de Dina.


Dinaba


(heb. Dinhâbâh, de significado incierto).


Ciudad de Bela, rey de Edom (Gn. 36:32); no identificada. 330


Dineos/as


(aram. dinâyê').


Nombre que aparece en la versión Reina Valera de 1909 (Esd. 4:9) como el nombre de una de las naciones transplantadas a Samaria por Asurbanipal, e identificada con los Dayeni de las inscripciones asirias. Sin embargo, los papiros de Elefantina han mostrado que la palabra aramea significa "jueces". Por ello, actualmente se la traduce en esa forma en Esd. 4:9, y el arameo se vocaliza dayyânayyâ.


Dinero.



Medio de intercambio, emitido por la autoridad de un gobierno reconocido, que representa un valor fijo y que circula en los tiempos modernos como monedas o como certificados en papel. El mundo antiguo no conocía el dinero en la forma de materiales perecederos, como el papel moneda o las monedas metálicas, hasta el s VIII a.C. Antes de esa época, todos los pagos se hacían en productos o en metal, el valor de los cuales se medía por el peso. Se usaban balanzas con pesas de piedra o de metal más o menos normalizadas. Como la plata era el metal más usado para el intercambio, con frecuencia se usaba la palabra heb. keseƒ, "plata", con el sentido de "dinero" (como ocurría también con el bab. kaspu y el fen. ksp). Del mismo modo, los términos "pagar" y "pesar" se expresaban con el mismo verbo heb. shâqal (ac. shaqâíu). Por ello encontramos que Abrahán pesó 400 siclos de plata por la tierra que compró cerca de Hebrón (Gn. 23:16), y que David dio a Omán "el peso de seiscientos siclos de oro" por la era del jebuseo (1 Cr. 21:25). Véanse Balanza; Medidas y Pesas.


El sistema monetario que se usaba en Canaán durante el 2º milenio a. C. era el babilónico, como lo revelan las Cartas de Amarna* del s XIV a.C. Dado que los términos del AT para los valores monetarios, "siclo" y "mina", derivan del bab. shiqlu y manû, por lo general se supone que los israelitas también usaban el sistema monetario babilónico en vez del egipcio, el que aparentemente no usaban fuera del Egipto ni siquiera sus vasallos. Véase Mina; Siclo; Talento.


Las frases "pieza de dinero" o "moneda"* son traducciones un tanto vagas de palabras hebreas no claras que denotan cierta cantidad de metal precioso cuyo equivalente exacto se desconoce (Gn. 33:19; 1 S. 2:36). En algunos pasajes se añadió la palabra "siclos" (Jue. 17:2; 2 S. 18:11) que se debería tomar en sentido neutro para indicar un peso o valor implícitos en el hebreo, pero no expresado. En las notas de Gn. 33:19 (BJ) y Jos. 24:32 (DHH) aparece la palabra kesitas, transliteración del heb. qeÑîtah, que representa una antigua unidad de peso que se usaba para los pagos. Parece que se dejó de emplear después de la conquista de Canaán, ya que nunca más se la menciona en los libros posteriores de la Biblia. Se desconoce su valor. En Mt. 26:15 y 27:9 la frase "piezas de plata" representa un siclo o su equivalente (cƒ Zac. 11:12).


La moneda acuñada se introdujo por 1ª vez en Lidia, c 700 a.C. Desde allí, el proceso de fabricar monedas de metal de tamaño y peso uniformes se difundió rápidamente en Grecia, cuyas primeras monedas datan de antes del 650 a.C. Cuando Ciro tomó Sardis (547 a.C.) y toda el Asia Menor llegó a ser posesión de los persas, éstos adoptaron la moneda acuñada y la introdujeron en todas partes de su imperio -que abarcaba todo el Cercano Oriente-, pocos años después de la conquista de Lidia. Las monedas de oro eran acuñadas sólo por el rey, pero las de plata también eran emitidas por los gobiernos provinciales. Según se conoce, las monedas persas son las primeras que llevaban retratos humanos (la del rey que las emitía) en vez de figuras de animales o de divinidades. Darío I introdujo la moneda de oro normalizada, que se llamó dareikós, "dárico", y que pesaba unos 8,4 g (fig. 366).


Como el valor del oro y de la plata varía mucho actualmente, no se puede dar un precio exacto de las monedas, de modo que si el lector desea saberlo deberá multiplicar su peso en gramos por el valor corriente del gramo de oro o de plata en su país, como lo indiquen las páginas financieras de los diarios locales.


Las monedas acuñadas más antiguas, mencionadas en el AT, son las "dracmas" griegas o el "dárico" (Esd. 2:69; Neh. 7:70-72). En Betsur se descubrió una moneda del s V a.C., que imitaba la dracma ateniense (fig 365). Su inscripción hebrea menciona: 1. A un cierto Ezequías, probablemente el sumo sacerdote a quien Josefo sindica como amigo de tolomeo I. 2. El nombre "Judá" como país emisor. Este descubrimiento muestra que los judíos usaban dracmas como monedas de plata, y que aun; las emitieron localmente durante los períodos persa y helenístico temprano. Al mismo tiempo, también usaron las monedas persas como el dárico (Esd. 8:27). Las "dracmas" de 1 Cr 29:7 son la traducción del heb. 'adarkôn. Este término probablemente fue usado por el autor de 1 Cr. para convertir el valor monetario del tiempo de David a la moneda de su propia época. En realidad, muchos comentadores creen que las diversas referencias a monedas que hay en Cr., Esd. y Neh., no importa cuál haya sido el empleo de los términos hebreos, 331 se aplican al dárico persa, y que esta moneda bien conocida se usó para que los valores monetarios anteriores fueran significativos para los lectores de su época.


Alrededor del 140 a.C., Antíoco VII dictó un decreto que permitió a Simón macabeo (143/42-135 a.C.) emitir su propia moneda (1 Mac. 15:6). Sin embargo, esta concesión parece haber sido anulada algún tiempo después, pues no se han encontrado hasta ahora monedas de este Simón. (Las monedas anteriormente atribuidas a él son de la primera rebelión contra los romanos.) Juan Hircano I, hijo de Simón, por lo tanto, fue el primer gobernante judío que emitió monedas macabeas. Estas, que incluyen las de los sucesores de Hircano, todas de bronce, fueron emitidas; hasta el período romano. En armonía con el mandato de no hacer imágenes, no presentan semejanzas de animales o de seres humanos, sino más bien diseños de símbolos militares, como la de un navío de guerra (fig 89) o un casco, o símbolos religiosos, como un cálice que se usaba para las libaciones (fig 462). Generalmente, llevaban inscripciones griegas y hebreas, pero, desde Herodes el Grande, algunas sólo tenían textos en hebreo.


169. Monedas romanas durante los tiempos del NT. Los números 1, 6, 9 y 12 son dupondii; las 3 y 5 son assarii; las 2, 4, 7, 8, 10, 11, y 13-15 son denarii.


Como la emisión de monedas era una señal de soberanía, especialmente las de plata y de oro, a los judíos se les permitió sólo emitir de bronce o cobre, Esta restricción presentaba un problema cuando se trataba de las necesidades del templo. El impuesto anual para el templo, que cada judío varón desde los 20 años debía pagar, equivalía a 1/2 siclo de plata. Cabe señalar que en tiempos del NT la palabra siclo se usó para aplicarla al tetradracma (4 dracmas) de Tiro (gr. stater, "estatero"; Mt. 17:27), la moneda que se aceptaba para pagar el impuesto anual destinado al templo. Por consiguiente, los gobernantes judíos escogieron para pagar el impuesto anual el tetradracma 332 de Tiro, acuñada en esa ciudad entre el 126 a.C. y el 66 d.C., pues por lo general era de buena cualidad, uniforme en peso y bastante abundante (fig 170). Esta era la moneda que junto con el didracma (llamadas respectivamente siclo y medio siclo), habían aprobado los sacerdotes para el uso del templo. Los visitantes que tenían monedas de otros países y de otros valores debían cambiarlas por estas monedas autorizadas. Judas traicionó a Jesús por 30 tetradracmas tirias del tesoro del templo. Véanse Cambista; Tributo del templo.


170. Un tetradracma de Tiro, usado como un siclo para el pago de los impuestos del templo. El anverso muestra al dios fenicio Melkart (Baal). El anverso retrata un águila y tiene una flecha (equivalente al 30 a.C.) con la inscripción: "Tiro, la santa e inviolable".


Bib.: F. A. Banks, Coins oƒ Bible Days (Monedas de los tiempos bíblicos) (Nueva York, 1955); A. Reifenberg, "Ancient Jewish Coins" (Antiguas monedas judías), JPOS 19 (1941):59-81, 286-313; F. W. Madden, History oƒ Jewish Coinage and oƒ Money in the Old and New Testament (Historia de la acuñación judía y del dinero en el AT y el NT) (ed. rev., Nueva York, 1967); M. Wacks, The Handbook oƒ Biblical Numismatics (Manual de numismática bíblica) (Houston, 1976); Herodoto i.94; FJ-AA i.22.


Dintel.



Trozo horizontal de madera o piedra en la parte superior del marco de una puerta o de una ventana. El término hebreo apropiado es mashqôƒ (Ex. 12:7, 22, 23). En Sof. 2:14, dintel es la traducción del heb. kaƒtôr, que designa en realidad el capitel* de una columna. El vocablo heb. 'ayil de 1 R. 6:31 (BJ) es considerado por algunos eruditos como una columna* (la misma palabra hebrea ocurre en Ez. 40 y 41; cƒ distintas versiones).


Dionisio


(gr. Dionúsios, de (perteneciente, dedicado) a Dionisio" (un dios griego de los frutos y el vino, originalmente adorado en Tracia y en Frigia, y conocido por los romanos como Baco); nombre personal gr. muy común).


Converso de Pablo en Atenas, y miembro del alto tribunal del Areópago (Hch. 17:34). Como los hombres de este concilio se elegían de entre los más ricos e influyentes de la aristocracia de la ciudad, Dionisio debió haber pertenecido a una familia de la alta sociedad de Atenas. Por esta razón, sin duda, Lucas lo menciona por nombre como un converso en Atenas. El historiador eclesiástico Eusebio cita a Dionisio de Corinto (c 170 d.C.) que dice que el Dionisio del NT fue el primer obispo de la iglesia de Atenas. Tradiciones posteriores lo confunden con el mártir Dionisio del s III d.C., el san Denis de Francia, y también le atribuye escritos teológicos místicos que fueron realmente producidos por un escritor anónimo (conocido ahora como Pseudo Dionisio), que proponía ideas filosóficas neoplatónicas.


Bib.: EC-HE iii.4; iv.23.


Dios


(heb. Kl, Klâh, 'Elôhîm, 'Elôah, YHWH; gr. Theós).



I. Definición.


La filosofía y la religión afrontan su mayor desafío en su esfuerzo por definir a Dios. La filosofía, en su mayor parte, ha igualado a Dios con la "primera causa", "ley natural", "fuerza cósmica" o, en el mejor de los casos, acepta a dios como la "realidad última". La Biblia atribuye a Dios una personalidad, y lo describe como Creador, Sustentador, Legislador, Juez, Gobernante y padre (Gn. 18:25; Dt. 33:2; Sal. 103:13; 104:27-29; Is. 40:28; Dn. 4:17; Hch. 17:25-28; Ro. 8:15). La filosofía religiosa lo describe en términos como "omnipotente", "omnisciente" y "omnipresente". palabras que enseñan ciertas verdades importantes acerca de él.



II. Existencia.


Está universalmente confirmada por su creación y lo corrobora la naturaleza del hombre (Ro. 1:19, 20; 2:14, 15). Pero este testimonio, aparte de la revelación que Dios dio de sí mismo en las Escrituras, proporciona sólo un concepto limitado y a menudo erróneo (incluso él revela sólo lo que necesitamos saber). Pero debemos recurrir a la Biblia para obtener nuestra definición de Dios. Toda especulación más allá de la revelación es inútil y aun peligrosa.



III. Nombres.


Los nombres básicos de Dios son: heb. 'Kl (plural 'Elôhîm), "Dios"; 'Elyôn (aram. 'Illâyâ) "Altísimo"; 'Elôah (aram. 'Elâh), el singular de 'E'lôhîm cuando éste hace de singular (tiene el mismo significado que 'Kl ); YHWH, "Yahwe h"; gr. Theós. Es interesante comprobar ciertas combinaciones en los versículos bíblicos. Por ejemplo: "Yo soy el Señor (YHWH) tu Dios ('Elôhîm) Dios ('Kl ) celoso" (Dt. 5:9); "Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo ('Kl 'Elyôn)" (Gn. 14:18); "Y plantó Abrahán . . . e invocó allí el nombre de Jehová Dios Eterno (YHWH 'Kl 'Ôlâm)" (21:33); "Y 333 erigió allí un altar, y lo llamó El-Elohe-lsrael ('Kl-'Elôhê-YîÑrâ-'êl)" (33:20); etc. Para las combinaciones con YHWH véase Jehová.


En Ex. 3:14 se da una frase muy particular: 'Ehyeh 'asher 'Ehyeh, "YO SOY EL QUE SOY"; y en Ex. 6:2, 3 se amplía la revelación anterior (para más detalles, véase CBA 1:179-182).



IV. Carácter-Naturaleza.


El Dios de la Biblia se presenta como un Dios de amor (Jn. 3:16; 1 Jn. 4:7, 8; etc.). Se lo describe como "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado" (Ex. 34:6, 7), pero también como un Dios de justicia "que de ningún modo tendrá por inocente al malvado" (v 7). Estos 2 aspectos se presentan en la declaración del NT: "Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios" (Ro. 11:22).


La Biblia describe a Dios como un ser capaz de crear, de comunicarse, de amar. Su trato con Abrahán ilustra esta relación personal y cálida. Tenía un plan para el patriarca como lo expresó en el "pacto" que hizo con él. Seis veces se repitió ese pacto: 1. Cuando Dios llamó a Abrahán para dejar su hogar paterno (Gn. 12:1-4; Hch. 7:2, 3). 2. Cuando llegó a la tierra a la que Dios lo había llamado (vs 6, 7). 3. Cuando experimentó el chasco de la elección egoísta de Lot (13:14-17). 4. Cuando necesitó que se restaurara su confianza después de la batalla contra los reyes (15:1, 5, 6). 5. Cuando pecó y necesitó perdón (17:1-8). 6. Cuando demostró su fidelidad en una crisis severa (22:15-18). También otros experimentaron esta clase de amistad (Ex. 33:11; Nm. 14:13, 14; Sal. 139:7-10; Is. 40:28, 29; etc.).


El testimonio del AT es significativo y revelador. En una época en que los dioses de las naciones estaban representados como terrenos y sensuales, los escritores del AT presentan la naturaleza ética de Dios (Sal. 24:4; Hab. 1:13). También lo vieron como universal y no tribal, y como un Dios en vez de una proliferación de deidades en competencia (Gn. 14:22; Dt. 6:5; Is. 45:25; 66:1; Dn. 4:17). La concepción que el hombre tenía del Eterno no podía estar completa hasta que él se revelara a sí mismo en la persona de Jesús. "A Dios nadie lo vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (Jn. 1:18). Así, la información más completa que el hombre puede encontrar de Dios no está en la naturaleza, o en la experiencia personal, ni siquiera en los rollos de los profetas antiguos, sino en la narración de los Evangelios y en las enseñanzas de los apóstoles. Estas revelaciones son las normas mediante las cuales se han de medir todas las demás revelaciones acerca de él. Jesús, en la instrucción que dio a sus discípulos, describió esta revelación (Jn. 14:1-10), como también lo hizo en la oración por sus discípulos (cp 17) y en He. 1:1-5. Para un mundo que entendió mal al Padre, Jesús retrató su carácter (Mt. 5:44, 45; Lc. 1:78, 79; 6:35). En el sacrificio de Cristo se vieron la infinita sabiduría, el amor, la justicia y la misericordia de Dios. La comprensión y el aceptación de su voluntad no sólo informará sino también transformará (2 Co. 3:18; Ef. 3:14- 9; Col. 1:9-11).


Se presenta a Dios como quien demanda mucho, pero también da liberalmente (Mt. 16:24; Ro. 8:32). El espera obediencia, pero paga un precio infinito para que la obediencia sea posible (Ex. 23:21; Dt. 11:27, 28; Is. 5:4; Os. 14:4; Jn. 3:16). Tiene una ley inmutable, pero suministra gracia inagotable (Mt. 5:17-19; Ro. 5:20; Fil. 4:13). Odia el pecado con aborrecimiento profundo, pero ama al pecador con amor maravilloso (Sal. 101:3; Is. 63:9; Jer. 31:3; Ro. 2:8, 9; 9:25). El es Creador y Sustentador del universo ilimitado, y sin embargo, es el Padre ansioso que espera en la puerta el regreso del hijo pródigo (Sal. 33:6, 13, 14; 104:27, 28; Is. 44:22; Lc. 15:20). Desafía al intelecto del hombre más brillante que el mundo haya conocido, y sin embargo acepta la devoción de un niñito (Job. 36-41; Is. 45:20, 21; Jer. 9:12; Sal. 103:13; Mt. 7:11). Jesús se refirió a Dios como misericordioso (Lc. 6:36), preocupado por las necesidades humanas (Mt. 6:32), generoso (7:11), amante (Jn. 3:16), espiritual (4:24).


Ocasionalmente, los escritores bíblicos rompen en rapsodias de alabanza al Eterno. Lo que la prosa del intelecto no puede expresar, la poesía de la alabanza es capaz de pintar. Después de describir el plan de Dios para salvar a los hombres, Pablo declara: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén" (Ro. 11:33-36).


Dióscuros.



Véase Cástor y Pólux.


Diótrefes


(gr. Diotréƒ's, "alimentado (educado) por Zeus (Júpiter)"; el nombre aparece también en la literatura gr. y en inscripciones).


Líder cristiano de autoridad, en una iglesia desconocida, que aspiraba "tener el primer lugar 334 entre" los miembros de esa iglesia. No había recibido a los mensajeros enviados por Juan, y había expulsado de la iglesia a quienes los habían recibido (3 Jn. 9, 10).


Dipondio


(gr. assaríÇn dúo, "dos ases").


Moneda romana cuyo valor era igual a 2 ases (Lc. 12:6, BJ).


Disán


(heb. Dîshân, "antílope"; se lo ha comparado con el nombre horeo Tai-sheni).


Jefe horeo; probablemente también designe a un clan horeo (Gn. 36:21, 28, 30).


Discípulo


(heb. talmîd; gr. math'tes).


Persona que, como alumno o adherente, sigue las enseñanzas de otra, especialmente las de un maestro público (1 Cr. 25:8; Is. 8:16). En el NT el sustantivo (Mt. 5:1; Mr. 2:15; Lc. 5:30; Hch. 6:1; etc.) se relaciona con el verbo manthánÇ, "aprender"; de allí que signifique "aprendiz", "alumno", "adherente". La palabra se usa especialmente para los discípulos de Jesús: para los Doce (Mt. 10:1;11:1; etc.) y para los discípulos de Jesús en general (Lc. 6:17; etc.). Véase Apóstol.


Disentería


(gr. dusentérion,"dolor de entrañas").


Enfermedad señalada por la inflamación del intestino grueso, frecuentemente acompañada por fiebre y a veces de hemorragias. La disentería es una enfermedad común y peligrosa en el Cercano Oriente aún hoy. Publio, el hombre principal de la isla de Malta, hospedó a los náufragos; su padre estaba enfermo con este mal, pero fue sanado milagrosamente por Pablo (Hch. 28:7, 8).


Diseño.



Bajo diseño y apariencia se agrupan diversos términos hebreos y griegos que se asemejan en significado. 1. Heb. demûth, "semejanza", "apariencia", "modelo" (2 R. 16: 10). 2. Heb. mishpât, literalmente "juicio" (rara vez "plan", "boceto", como en Ex. 26:30; 1 R. 6:38 y Ez. 42:11). 3. Heb. tekûnâh, "disposición" (Ez. 43:11). 4. Gr. éidos, "apariencia" (Lc. 9:29). 5. Gr. prósÇpon, literalmente "faz" (Stg. 1:11). 6. Gr. sjema, "apariencia exterior", "forma", "aspecto" (1 Co. 7:31; Fil 2:8).


Disón


(heb. Dîshôn, "antílope"; compárese con el nombre horeo Tai-sheni).



1.


Jefe horeo, y probablemente también un clan horeo (Gn. 36:21, 30; 1 Cr. 1:38).



2.


Nieto de Esaú, y probablemente también el nombre de un clan edomita (Gn. 36:25, 26; cƒ 1 Cr. 1:41).


Dispensación


(gr. oikonomía, esencialmente "mayordomía", "el cargo del mayordomo (ecónomo)"; Ef. 3:2; Col. 1:25).


En la RVR aparece en 2 pasajes con el sentido de "administración", "plan", "orden" (Ef. 1:10; 3:9).


Dispersión


(gr. diasporá).



I. Significado del término.


En la LXX se usa diasporá en forma eufemística para traducir varias expresiones hebreas: Za' awâh, "temblor", "agitación"; de allí "maltrato", "opresión" y "ser trasladado" ("vejado", Dt. 28:25; "afrenta", Jer. 34:17). Jerpâh, "vergüenza" (Dn. 12:2); etc. Además, la LXX nunca traduce los términos hebreos para "exilio" (gôlâh, gâlûth) con diasporá (Am. 1:6-9; Jer. 52:31; 24:5; 28:4) sino con aijmalÇsía ("cautividad"), apóijomai ("haber salido"),etc. Sin embargo, la LXX usa dispersión (en Dt. 28:25; 30:4; Jer. 41:17 (48:17 en otras recensiones)) para la dispersión de los judíos. Se ha sugerido que los judíos helenísticos preferían el término diasporá porque evitaba la connotación de quienes vivían fuera de Palestina, como resultado de deportaciones anteriores, y que todavía estaban allí por castigo. Para ellos, diasporá significaba sencillamente los judíos que se encontraban en todas partes del mundo. Los judíos de los tiempos del NT consideraban la presencia de sus connacionales en muchos países del mundo como una bendición para la nación judía y para el mundo en general, y estaban orgullosos de la diasporá.



II. Extensión.


Algunos de los hebreos pudieron haber emigrado a otros países antes de las cautividades de los ss VIII y VI a.C. Hay evidencias, por ejemplo, de colonias judías en Egipto antes del exilio. Sin embargo, tales movimientos no habrían involucrado a grandes cantidades de personas. La 1ª deportación masiva se produjo cuando los asirios llevaron cautivas a las 10 tribus del norte (s VIII d.C.). La mayoría de los exiliados fueron absorbidos por las naciones receptoras, y perdieron sus peculiaridades y su conciencia nacional. Algo diferente ocurrió con las tribus de Judá y Benjamín (incluyendo a los levitas) que fueron deportadas por los babilonios en el s VI a.C. Como tenían líderes religiosos de la talla de ezequiel y de Daniel, y el consuelo de profecías escritas acerca de su restauración, retuvieron su unidad étnica. Sin embargo, cuando los reyes persas les permitieron regresar a su patria, sólo una minoría de los exiliados aceptaron el ofrecimiento. La mayoría eligió permanecer en Babilonia y así constituyó la primera gran colonia judía fuera de Palestina, y hasta tiempos recientes formaron una minoría respetable entre la población de la región. Los muchos judíos que se mudaron a Egipto antes de la destrucción de Jerusalén en el 586 a.C. y después de ella (Jer. 43:7-44:30), establecieron fuertes colonias allí. La que estuvo en la isla de elefantina en el río Nilo es la mejor 335 conocida por causa del descubrimiento en el lugar de un gran número de papiros judíos escritos en arameo. Después que la conquista de Alejandro facilitó los viajes a países distantes, los judíos se mudaron a muchos lugares del mundo helenístico. Durante el período del Imperio Romano tales movimiento, se aceleraron. Evidencias literarias y de inscripciones atestiguan de la existencia de unas 150 colonias judías fuera de Palestina en el s I d.C. Los judíos se encontraban en todas partes de Siria, en diversos lugares del Asia Menor, en las grandes ciudades de Grecia, Italia, el norte del África y Egipto, y en la región de los partos, fuera del Imperio Romano. Ciertos eruditos han estimado que los judíos de la dispersión dentro del Imperio Romano en el s I d.C. debieron haber sido aproximadamente 4,5 millones, en una población total de 55 millones.



III. Influencia.


Los judíos de la dispersión fundaron sinagogas en muchas ciudades, y por causa del alto valor moral de su religión monoteísta atrajeron el pensamiento gentil a sus cultos. Mediante su asociación con el mundo exterior obtuvieron una visión más amplia de la vida que sus compatriotas de Palestina. Su apoyo financiero al templo y a sus hermanos en la patria fue un significativo factor económico. Se los animaba a visitar el templo de Jerusalén con tanta frecuencia como les fuera posible durante las grandes fiestas, y realizar esfuerzos para hacerlo por lo menos una vez en la vida. Esto explica la gran cantidad de judíos extranjeros presentes en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando se derramó el Espíritu Santo sobre los discípulos (Hch. 2:5-11). Por poner al mundo en contacto con las enseñanzas del AT y hacer accesible a los gentiles las Sagradas Escrituras en griego (la LXX), los judíos de la dispersión prepararon el camino para la rápida propagación del evangelio cristiano, que no podría haber triunfado tan rápidamente si primero los judíos no hubieran esparcido su religión.


Disposición


(gr. diatague, "ordenanza", "dirección").


En el pasaje de Hch. 7:53 el mártir Esteban se refiere a la transmisión de "la ley" por medio de ángeles. En Ro. 13:2 el apóstol Pablo alude a la resistencia de un cristiano a la ordenación de los hechos por parte de Dios.


Divinidad.



Véase Deidad.


Divisa.



Véase Enseña.


Divorcio


(heb. kertîthûth, "despido" (literalmente "un corte de separación"; del verbo Kârath, "cortar"); gr. apostásion).


Antes de la promulgación de la ley con respecto al divorcio, registrada en Dt. 24:1-4, los israelitas, como el mundo antiguo en general, aparentemente se divorciaban de sus mujeres sin ninguna formalidad; por el simple acto de ordenarles que salieran de sus casas. Esto es lo que hizo Abrahán con Agar, con quien se había casado (Gn. 16:3; 21:9-14). De acuerdo con la costumbre oriental, cada mujer estaba unida a un hombre, ya sea su padre o su esposo, y no estar unida a ninguno representaba una desgracia y significaba sufrir necesidad. Por ello, cuando un hombre despedía a su esposa la dejaba sin amparo, y debía arreglarse sola en una sociedad que no tenía lugar para ella, que no le tenía simpatía, y aun le era hostil. Con el fin de mejorar la suerte de la mujer divorciada, Dios misericordiosamente ordenó que se le diera un certificado que la identificara como una mujer divorciada. Con esto, podía legal y apropiadamente llegar a ser la esposa de otro hombre sin que sobre ella pesara ningún estigma. Jesús declaró que la provisión para el divorcio en el código mosaico fue introducido por la dureza del corazón de la gente, pero que originalmente "no fue así" (Mt. 19:3-9; cf. 1 Co. 7:10, 11). Por ello, la ley de Dt. 24:1-3 no tenía la intención de sancionar el divorcio libre; sencillamente ponía restricciones a una costumbre profundamente arraigada, para proteger a la mujer de un esposo caprichoso. Jesús reinterpretó el mandato acerca del divorcio afirmando que el hombre que daba el divorcio a su mujer por cualquier razón fuera de la infidelidad matrimonial cometía adulterio al casarse de nuevo (Mt. 5:31, 32:19:3-9).


Dizahab


(heb. Dî Zâhâb,(región) "de oro").


Uno de los 5 lugares que definen el territorio donde acampó Israel cuando Moisés pronunció su discurso final registrado en Dt. 1:1. El sitio, en algún lugar de la Transjordania central, aún no ha sido identificado con certeza.






















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